Leo el último correo enviado por nuestro compañero José Roselló (al que agradezco su esfuerzo por tenernos siempre informados de lo que pasa por ahí) y algunos mensajes que ajdunta y... se me cae el alma a los pies.
No puedo creer que no haya un sistema fluido para proveer a todos los forenses en todas las forensías, despachos o consultas del material mínimamente necesario para trabajar. Nos piden un informe sobre la toxicodependencia de un ciudadano y lo mínimo es hacer un test cualitativo de drogas en orina para saber con lo que nos enfrentamos. Pues bien, parece que el día que no faltan los envases estériles para orina, faltan tests; y cuando hay tests faltan los envases. Y suma y sigue. La medicina forense española, a día de hoy, está llena de carencias, sustituidas por la buena voluntad de todos los que nos dedicamos a esta profesión. Y aunque, como bien dice nuestro compañero Juan Francisco Ortigosa, el trabajo bien hecho es la mejor gratificación; el tener más apoyo institucional, estar mejor considerados y mejor pagados también ayudaría lo suyo. De otra manera a uno le va ganando el cansancio y acaba quemándose y odiando lo que en otro tiempo tanto amo.
Pero no quiero ser pesimista. Lo peor que nos puede pasar es darnos por vencidos sin ni siquiera haber presentado batalla. Nos hace falta salir de nuestro aislamiento. Conocer la situación de otros compañeros y plantear reuniones interautonómicas para ponernos de acuerdo.
La Medicia Legal y Forense española ha de tener un estándar de calidad mínimo que se cumpla en el más recóndito rincón de nuestro país (y no sólo me refiero a calidad científica de nuestro trabajo sino a situación laboral y remuneraciones) y ese estándar debería fijarse con nuestra participación